jueves, 13 de diciembre de 2012

Arquitectura, ¿del bienestar?


Paseando por la artificiosa ciudad de Las Vegas, a la distancia percibo una extraña morfología que a plena luz del día asemeja unas llamaradas encendidas por el sol candente del desierto del Mojave. Los destellos de luz reflejados por una retorcida piel metálica no dejan duda alguna sobre la procedencia intelectual de esta obra.

Mientras mi mirada recorre la particular anatomía del edificio, mi pensamiento divaga entre los posibles destinos del mismo: un museo, una galería de arte contemporáneo o un centro de innovación tecnológica…



Para mi sorpresa, esta envolvente acoge en su interior al Centro de Salud Mental "Lou Ruvo" del Cleveland Clinic, una institución creada con la misión de estudiar, dar apoyo y concienciar sobre las enfermedades neurológicas. Pero no es la elección de un star-architect que replica "guggenheims" por el mundo lo que me sorprende, sino el hecho de que el carácter y el espíritu de las obras arquitectónicas parece haber quedado supeditado a tiempos pasados cuando la edificación revelaba, al menos, su intención.


Una vez inmerso en un recorrido exploratorio reflexiono sobre la importancia de que una obra sea legible para sus usuarios de modo que la entiendan y se identifiquen con ella, para posteriormente apropiarse de la misma.

Avanzo hacia el acceso del edificio pensando acerca de la percepción espacial y sus inevitables efectos sobre las personas; sobre cómo las superficies irregulares, a la vez que transmiten dinamismo, producen sensaciones de inestabilidad y desasosiego; y de cómo las propiedades de los materiales metálicos despiertan sensaciones de frialdad e impersonalidad en los espacios.



Ya dentro del patio interior, recuerdo la psicología del color que establece las bondades de ciertos matices cuando son empleados correctamente, y sobre sus efectos devastadores cuando se utilizan alegremente, provocando de todo menos alegría.


Camino por el jardín y analizo la vegetación del lugar en cuanto a las especies empleadas y su disposición en el entorno, sobre cómo la densidad del follaje, la envergadura de las copas y hasta sus aromas, pueden estimular nuestros sentidos hasta hacernos sonreír, o por el contrario, evocar la pena y melancolía.  



Mientras me alejo, medito sobre la importancia de la coherencia en la arquitectura, es decir, esa congruencia que debe existir entre la fisonomía, la finalidad y la atmósfera de una edificación, sobre todo cuando hablamos de obras que pretenden restaurar el bienestar humano.  


[Texto: Alexis Aquino Imágenes: Alexis Aquino]

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