Paseando por la artificiosa
ciudad de Las Vegas, a la distancia percibo una extraña morfología que a plena
luz del día asemeja unas llamaradas encendidas por el sol candente del desierto
del Mojave. Los destellos de luz reflejados por una retorcida piel metálica no
dejan duda alguna sobre la procedencia intelectual de esta obra.
Mientras mi mirada recorre
la particular anatomía del edificio, mi pensamiento divaga entre los posibles
destinos del mismo: un museo, una galería de arte contemporáneo o un centro de innovación
tecnológica…
Para mi sorpresa, esta
envolvente acoge en su interior al Centro de Salud Mental "Lou Ruvo" del
Cleveland Clinic, una institución creada con la misión de estudiar, dar apoyo y
concienciar sobre las enfermedades neurológicas. Pero no es la elección de
un star-architect que replica "guggenheims" por el mundo
lo que me sorprende, sino el hecho de que el carácter y el espíritu de las
obras arquitectónicas parece haber quedado supeditado a tiempos pasados cuando
la edificación revelaba, al menos, su intención.
Una vez inmerso en un
recorrido exploratorio reflexiono sobre la importancia de que una obra sea legible
para sus usuarios de modo que la entiendan y se identifiquen con ella, para posteriormente apropiarse de la misma.
Avanzo hacia el acceso
del edificio pensando acerca de la percepción espacial y sus inevitables efectos
sobre las personas; sobre cómo las superficies irregulares, a la vez que transmiten
dinamismo, producen sensaciones de inestabilidad y desasosiego; y de cómo las
propiedades de los materiales metálicos despiertan sensaciones de frialdad e
impersonalidad en los espacios.
Ya dentro del patio
interior, recuerdo la psicología del color que establece las bondades de
ciertos matices cuando son empleados correctamente, y sobre sus efectos
devastadores cuando se utilizan alegremente, provocando de todo menos alegría.
Camino por el jardín y
analizo la vegetación del lugar en cuanto a las especies empleadas y su
disposición en el entorno, sobre cómo la densidad del follaje, la envergadura
de las copas y hasta sus aromas, pueden estimular nuestros sentidos hasta
hacernos sonreír, o por el contrario, evocar la pena y melancolía.
Mientras me
alejo, medito sobre la importancia de la coherencia en la
arquitectura, es decir, esa congruencia que debe existir entre la fisonomía, la
finalidad y la atmósfera de una edificación, sobre todo cuando hablamos de
obras que pretenden restaurar el bienestar humano.
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